Piezas arqueológicas rescatadas en el cerro El Volador
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Cerro El Volador, vista aerea |
A pesar del intenso saqueo al que ha sido sometido el cerro El Volador durante los últimos 400 años, se han logrado rescatar algunos vestigios de la vida humana en el lugar, entre ellos se encuentran:
- Restos óseos y coronas dentales
- Veinte urnas funerarias completas
- Seis vasijas fragmentadas
- Dos narigueras de tumbaga (aleación de oro y cobre)
- Una cuenta de collar de oro
- Dos volantes de huso
- Cantos rodados (piedra redondeada por la corriente del agua)
- Fragmentos de hachas
- Varias manos de moler
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Urna funeraria estilo Marrón Inciso |
Hacia el año 1250 a.C. aparece en
el Valle del Aburrá una de las principales innovaciones tecnológicas entre los
grupos prehispánicos: la alfarería. La aparición de la cerámica se asocia con
un incremento e intercambio de productos y la explotación de la sal. Estos
cambios económicos se dan en un contexto de un incremento poblacional,
distribuido en pequeñas aldeas dispersas.
Arqueológicamente, se definen cuatro estilos cerámicos que son la base
para proponer la coexistencia de diferentes grupos culturales, entre el segundo
milenio antes de Cristo y el siglo XVI después de Cristo. Estos estilos son
Ferrería (siglos XIII a.C. y IV d.C), Cancana (siglo VII a.C), Marrón Inciso
(siglos I a.C. y VIII d.C) y Tardío (siglos X – XVI d.C.).
Así mismo, en gran parte del Valle del río Aburrá se han encontrado diversos elementos que permiten recrear, en cierta medida, las formas de vida de los pueblos indígenas asentados en él.
A lo largo y ancho del valle, los arqueólogos han reconocido
innumerables instrumentos, como puntas de proyectil, azadas, hachas,
afiladores, machacadores, maceradores, golpeadores, cortadores, metates y manos
de moler, útiles para la producción y el procesamiento de alimentos, y
herramientas como buriles, esmeriles, pulidores, yunques, cantos rodados, percutores,
etc., evidentemente modificados por uso, talla o pulido.
Para realizar todos estos artefactos, no solo se utilizó profusamente la
oferta local de rocas: anfilobitas, dunitas, serpentinitas, andesitas, cuarzos,
etc.; también se elaboraron instrumentos con rocas traídas desde lugares tan
lejanos como el cañón del río Cauca, o el valle medio del Magdalena, piedras de
calidad inexistente en este valle, como el chert,
popular por su dureza y forma de fractura, que permite confeccionar
instrumentos filosos, o basaltos, cuya dureza las hacía apetecibles para la
fabricación de instrumentos resistentes al trabajo pesado y más aptos para
pulir, redondear o afilar.
(Botero
Páez, Sofía, 2013, Huellas de antiguos
pobladores del valle del río Aburrá, Medellín, editorial Universidad de Antioquia.
pg 71)