Patrimonio Medellín - Raíces

Investigación y divulgación del patrimonio cultural en Medellín.

Cosmología indígena y la espiral en el Valle de Aburrá - Introducción a la arqueología del valle de Aburrá De Graciliano Arcilia Vélez, parte 4

La cosmología de los indígenas que habitaron el Valle de aburrá: la espiral, los petroglifos.
Petroglifos hallados en el actual municipio de Itagüi

Cosmología indígena

Aunque, señala Graciliano, los indígenas del valle no hablaban lengua Katía, la relación de estos que hace el cronista Fray Pedro Simón sirve para señalar los alcances de la cosmovisión aborigen de aquel entonces.

Dice cosas memoriables Pedro Simón en sus Noticias historiales: “Eran los catíos de espabilado entendimiento: escribían sus historias en jeroglíficos pintados en mantas. Usaban de peso y medida. No usaban veneno (en las flechas, como los pueblos de lengua Chibcha)(…) y adoraban las estrellas (…) creían en un dios y en la inmortalidad del alma”.

Es una noticia escueta, pero profunda, porque si sabemos, por los caminos de piedra, que le daban buena importancia a la comunicación entre regiones, que comerciaban sal, vasijas, textiles, ¿porque no intercambiaban, también, su visión del cosmos?

No tenían pólvora, pero aun así estaban preparados para dar la guerra. Sardella, sobre los del valle de Aburrá: “tenían cuchillos de pedernal, lanzas de macana tostada, cordeles; cañuelas de puntas: tiraderas o propulsores, o estólidas, macanas, hondas”…

Del importantísimo y ampliamente documentado hallazgo de Guayabal se deduce “una tendencia hacia la expresión artística” o la “aplicación de una noción estética…” (p.47)

Pero no se ha pensado mucho al respecto, ni Graciliano aporta mayores elementos para la investigación, salvo algunas intuiciones.

La espiral

Este es asunto de envergadura. Graciliano remite al lector a Fernando Ortiz, que en su trabajo El Hurakán, término autóctono que ha saltado al español con el mismo sentido que tenía para los indígenas caribeños prehispánicos.

Los volantes encontrados en Guayabal, 191 en total, en sepulturas escavadas en el año 1953 (en el Alto de la Calabacera o El Morro), remiten al investigador hasta estas culturas antillana. Ocurre, pero ya en los volantes entra en juego toda una variedad de usar la espiral.



Volantes de huso

Matemáticamente, la espiral fue dilucidada por Fibonacci, cuya ecuación no podemos soslayar aquí, demuestra que la idea no remite apenas al ciclón o al huracán de los pueblos arawak. ¿Si no se daban aquí, en las montañas, lejísimos del mar, estos ciclones, para qué insistir tanto en la espiral? A lo que no se atreve Graciliano, es a presentar aquellos dibujos como una especie de escritura simbólica, ideográfica,etc, aún no descifrada.

El sigma, por ejemplo, tan empleado aquí, es letra del alfabeto griego. Se usa como el símbolo de una sumatoria o para referirse a un cierto alfabeto de un lenguaje. Hay tres formas de representarla, estando en el principio, en la mitad, o al final de una palabra, más similar a nuestra s.

El cruce de estas simbologías usadas en aquel tiempo, con referencias del Chibcha, ¿no darán como resultado alguna clase de desciframiento, aunque sea minúsculo, de un lenguaje organizado? ¿No se escribían con estos mismos símbolos las historias en las mantas de algodón de que habla el antiguo cronista?

A propósito del sigma afirma Graciliano que “sería aventurado decir que haya una influencia maya en la expresión de este signo”, La cuestión es aventurarnos. Alfabeto maya.

Introducción a la arqueología del valle de Aburrá De Graciliano Arcilia Vélez - Parte 4


Introducción a la arqueología del valle de Aburrá De Graciliano Arcilia Vélez, parte 3


Señala Graciliano que fue en Guayabal donde se encontraba el poblado principal de acuerdo con la prueba arqueológica
Escultura de los nativos del Valle de Aburrá en el Pueblito Paisa

 Estación Guayabal


Señala Graciliano que fue en Guayabal “donde se encontraba el poblado principal de acuerdo con la prueba arqueológica…” p15

El guaquero o buscador de tesoros indígenas Manuel Antonio Ortiz reportó a la universidad de Antioquia en 1953 una tumba que encontró en dicho punto, de donde se infiere, con la certidumbre de múltiples pruebas, que “fue un pueblo textilero por exelencia”.


Incluso el secretario Juan Bautista Sardella dice en su relación: “se tomó mucha cantidad de ropa de algodón muy pintada e galana”… (p. 36)

Queda todavía algo de eso. Durante años, por ejemplo, mi propia madre trabajó en la que fue una de las empresas textileras más grandes de Latinoamérica, Jusi Limitada, de un judío, que tenía su principal fábrica en el mismo barrio Guayabal de Medellín.

Esa cultura textilera, sin embargo, no fue suficiente para que el invasor reconociera una civilización digna de respeto.

Además, para mayor pecado, no fueron dóciles, como les hubiera gustado a los demonios.

¿Suicidas?

Es bastante rara la actitud indígena de suicidarse señalada por distintos cronistas: “… aconteció en esta provincia a algunos españoles yendo por fruta y a caza de aves, ir donde algunos indios estaban, é ansí como los veían, se quitaban una manta de vara y media de ancho que traen atadas sus vergüenzas, quitárselas é darse una vuelta al pescuezo y ahorcarse” (Sardella). (p.36, Ibid).

Y Cieiza de León, en su “Crónica del Perú”:


“Cuando entramos en este valle de Aburrá fue tanto el aborrecimiento que nos tomaron los naturales del, que ellos y sus mujeres se ahorcaban de sus cabellos o de los maures de los árboles y ahullando con gemidos lastimeros dejaban allí los cuerpos y abajaban las ánimas a los infiernos” (p.36)


Pero los españoles, mientras aquellos se iban yendo para el infierno, iban ganando, con las tierras liberadas, el cielo.


“…se ahorcaron en gran número, sirviéndose para ello de las mantas que tejían, que puede mirarse como un exceso de amor a la tierra nativa o una nostalgia anticipada” (Joaquín Acosta, p.38. ibid).

Mejor morir que servir a los españoles que con sus obras iban ganando el cielo.

Las piedras o arte rupestre



Para ese entonces no habían encontrado muchos petroglifos. Es por ello que apenas hay un capítulo de Itaguí en el trabajo de Graciliano.

“…el ojo vulgar no puede advertirlos fácilmente (los dibujos incisos en la roca de Itagüí)… uno de los niños habitantes del lugar, fue preguntado si conocía algunas piedras que tuvieran grabados en la superficie, y respondió no conocerlas, sin embargo, estaba sentado sobre una de ellas” (p.24, ibid).


Era el año 1971. Hoy un niño tampoco las conocería, aunque viviera sobre ellas. Aunque no es el caso general.

Las rocas de Itagüí tienen motivos espiralados que empalman para formar sigmas. No parecen dibujos hechos para representar figurativamente algo. “Posiblemente se trata de signos gnemónicos que imprimen categoría social en la persona que los ejecuta” (?) (p.24).

Se sospecha de un “criterio totémico” de estos dibujos en las rocas. Una trabajo similar al que los Quimbayas habían llegado. Y estaba también en la decoración incisa antillana, perteneciente a los pueblos arawak cuya influencia llegó hasta el noroeste colombiano, especialmente al occidente del río Magdalena y en el Departamento de Antioquia. Pero los quimbayas “orientan su abstracción en el dibujo geométrico rectilíneo y no curvilíneo como el caso antillano”. (p27).


Una especulación lleva a pensar que los sitios eran especialmente marcados por ser escenario de alguna práctica ceremonial, pero en general no se anima a especular Graciliano sobre estas rocas.


“Para nosotros es difícil una interpretación exacta a menos que pensemos en lo más simple que al indígena se le ocurrió expresar”…


Acusaba falta de información para emprender el trabajo interpretativo, que hoy podría ser más eficaz:

La posibilidad es que sean posteriores a los ceramistas prehispánicos, que introdujeron los motivos sigmáticos, o por lo menos espiralados, con empalmes para formar sigmas… concluye que no los Karib, catíos actuales, dispersos por Antioquia, Caldas, Chocó, Córdoba, “no tuvieron tiempo de influir en la cultura rupestre… (puesto que) la realización del fenómeno cultural exige vida sedentaria que los karib no tenían en su estructura social hasta entrado el siglo XVIII…” (p.29)


Es en éste capítulo donde el antropólogo afirma con confianza que los pueblos del valle eran Chibchas, cuyo “ámbito de dispersión se encuentra al sur de la zona Chorotega en Nicaragua hasta la latitud del río Guayas en el Ecuador, según Paul Rivet” en Orígenes del hombre americano, 1943.


Ubicación de los distintos pueblos Chibchas

Recomienda leer libros referenciados por Graciliano, como por ejemplo, El jeroglífico Chibcha”, publicado en 1924, de Miguel Triana, o El arte rupestre en Colombia de José Pérez de Barradas, publicado en 1941.


Promete un estudio más al respecto de su autoría: “La cultura rupestre en Antioquia”, y es casi todo lo que sabe.

Introducción a la arqueología del valle de Aburrá De Graciliano Arcilia Vélez - Parte 3

Introducción a la arqueología del valle de Aburrá De Graciliano Arcilia Vélez, parte 2


Los pueblos indígenas en el Valle de Aburrá y la llegada de los conquistadores españoles.
Camino indigena en Santa Elena
Cultura y Geografía

Durante los 473 años de conquista del valle (cronología que comienza en 1541) nos la hemos pasado omitiendo peligrosamente una verdad aparentemente obvia. La vergonzosa relación del hombre español con el entorno natural y físico, casi nula, a no ser por su firme disposición en agotar los recursos naturales de que disponemos.

Los arqueólogos lo tienen claro, pero es una obviedad que vale la pena grabar con hierro: “La estructura geográfica con sus ríos y montañas, es bien sabido, determina ecológicamente los comportamientos biológicos de los animales e, inclusive, culturales del hombre”. (p.14, Ibid).

Llegada de Tejelo

Señala Graciliano el tomo LXXXII de los documentos de la Colección Muñoz en España, donde se encuentra “La Relación del descubrimiento de la provincia de Antiochia, por Jorge Robledo”, escrita por Juan Bautista Sardella, secretario de éste.

Allí está narrada la llegada de los españoles al valle, tal y como debió reconstruirla después Jorge Robledo, a lo mejor modificándola ligeramente, para suavizar la barbarie empleada en la empresa de la conquista, tan netamente monetaria.

Llegaron por la tarde a las faldas del occidente del valle, al día siguiente descendieron por lo que actualmente es San Antonio de Prado, alto de Barcino, Quebrada Blanca y Doña María y bajaron hasta donde hoy queda el barrio Guayabal y el municipio de Itagüí. En Guayabal se encontraba el poblado principal. Eran 12 hombres de a caballo y 20 de a pie, “los que tuvieron dificultad para no perecer con el ataque de los naturales, que aunque sin armas ventajosas eran muchos en número con macanas y lanzas de madera” (p.15, Ibid.). No los recibieron hincando la rodilla, aquí, como hubieran preferido de mil amores.

Según Sardella el día del descubrimiento del valle fue el 10 de agosto, y no el día de San Bartolomé, 24 de agosto de 1541, un día antes de ser abandonado el valle por los conquistadores. Escribe el secretario: “aquí estuvimos 15 días, en los cuales por llamamiento del capitán le vinieron todos los indios de paz, é servían a los españoles é así mismo vinieron otros pueblos á este comarcanos…”. (p16,ibd.).

Eran ecologistas los Chibchas

Durante los miles de años que habitaron aquí los diferentes pueblos Chibchas, supieron mantener virginal su medio natural, escribía así sobre el Valle de Aburra Miguel de Aguinaga, gobernador, en 1676: “…báñale un río saludable y delgada agua, en que desaguan los ríos llamados Porce y Nechí y otros riquísimos en minerales”. Había pasado poco más del primer siglo de conquista.

Estas aguas no conservarían la salud. Bastó un puñado de siglos de vida española para destruir un equilibrio biológico mantenido en el valle por varios milenios. 

Vasija Aburrae en el Museo Universidad de Antioquia - Foto Raíces Robledo
Robledo quiso ver qué había por los lados de Arví, pasando el río y subiendo la montaña que hoy es la carretera hacia Santa Elena, (escribe Sardella) pero al encontrarse caminos más “anchos que los del Cuzco” y bohíos a manera de depósitos, “el capitán no se atrevió a seguir aquellos caminos, porque quien los había fecho, debía ser mucha posibilidad de gente”.

No era el mariscal Robledo un Don Quijote, dispuesto a batirse a muerte contra un ejército de hombres desnudos. Visto con un lenguaje más escueto Robledo era para los indígenas un Demonio. “Ai”, era para los Nutabes, otro de los pueblos que habitaban el Valle, al mismo tiempo “Demonio” y “Hombre blanco”.

Si nos fijamos bien en los bigotitos puntiagudos del Mariscal Robledo, ¿no tienen algo de Mefistófeles, esa encarnación del diablo de la literatura Alemana? 
El conquistador Jorge Robledo

Refiere el cronista de Robledo que se encontraron construcciones de piedra abandonadas.Cuando preguntaron quién las habían construido entendieron (no hablaban español los aborígenes) que eran más antiguos que los pobladores actuales. No lo creo, como tengo derecho. La historia aquí fue escrita por los vencedores, es decir, manipulada por ellos. ¿Y si lo que Robledo encontró fue una ciudad espléndida de la cual debía apoderarse, destruyéndola, de ser necesario? Después, para la historia, anotó que ya estaba abandonada cuando llegaron, ¿pero no pudo ser él quien la desalojó? Pero Robledo, que sabía leer, no iba a permitir que su secretario escribiera en los anales atrocidades demasiado evidentes. No se les puede creer a los cronistas españoles al pie de la letra.

“La disparidad cronológica establecida por la información de los cronistas es a veces muy insegura, no solamente por la disparidad entre ellos mismos, omisiones, equivocaciones calendáricas, … los hechos eran registrados algún tiempo después” (p.11).

Introducción a la arqueología del valle de Aburrá De Graciliano Arcilia Vélez - Parte 2

Introducción a la arqueología del valle de Aburrá De Graciliano Arcilia Vélez - Parte 1


Arqueología en Medellín, la cultura prehispánica en el Valle de Aburrá y la práctica textilera.
Representación del telar vertical  y la hilandera sobrevivencia   artesanal de los aborígenes andinos.

El valle de las espirales

No queda dudas de que el mismo valle de Aburrá en que ahora reposa Medellín fue en tiempos prehispánicos una encrucijada de diferentes culturas aborígenes con una rica práctica textilera. Por ello tampoco nos resulta raro que haya arraigado una cultura con el mismo énfasis (hoy menguante) en los cuatro siglos posteriores a la conquista. Medellín es recordada a nivel mundial por el eslogan de “ciudad de la moda”.

No se puede hablar del valle de Aburrá sin hablar del río. Los primeros párrafos de ésta introducción empiezan por su descripción. Graciliano Arcila, padre de la arqueología del valle, fundador del Museo de Antropología de la Universidad de Antioquia y del pregrado, también tiene como eje de su trabajo el río. Su primera conclusión: “el río Porce fue un límite arcifinio de una irradiación cultural antillana que penetró por el noreste antes de la conquista cultural de los Quimbaya” (p. 14).

Algunos de nuestros ancestros aborígenes vienen del caribe, desde el norte. Comunidades del mar que fueron caminando y navegando las playas del golfo de Urabá y que luego siguieron las desembocaduras de los ríos, hacia sus nacimientos, construyendo canoas de una sola pieza para navegar en las partes navegables y caminando y fundado culturas cuando las rocas encrespan la corriente de las aguas, desarrollando distintos modos de habitar las montañas de la cordillera occidental, central y oriental de los Andes. Los ríos Atrato, Magdalena y sus ramales y alimentadores, como el Cauca,fueron pues autopistas o caminos naturales para los primeros pobladores, que sabían convivir armónicamente, hasta donde tenemos noticias, con el entorno natural que iban poblando.

Ese dar vueltas y vueltas pudo ser el origen de la idea de la espiral que será el símbolo recurrente en piedras y artesanías de estos pueblos. La “decoración” de los artefactos hallados en el Valle de Aburrá, a veces por el mismo profesor Graciliano Arcila, es riquísima en enigmas. El libro La introducción a la arqueología del valle de Aburrá (Universidad de Antioquia, 1977) los describe escuetamente, sugiriendo apenas una interpretación más profunda.

Cultura y Geografía del Valle

Durante los 473 años de conquista del valle (cronología que comienza en 1541) nos la hemos pasado omitiendo peligrosamente una verdad aparentemente obvia. La vergonzosa relación del hombre español con el entorno natural y físico, casi nula, a no ser por su firme disposición en agotar los recursos naturales de que disponemos.

Los arqueólogos lo tienen claro, pero es una obviedad que vale la pena grabar con hierro: “La estructura geográfica con sus ríos y montañas, es bien sabido, determina ecológicamente los comportamientos biológicos de los animales e, inclusive, culturales del hombre”. (p.14, Ibid).


Pedro Nel Gómez y su relación con la comuna 7 Robledo - Parte III

Por: Eulalia Hernández Ciro, Historiadora en Corporación Construyendo

El Cementerio Universal

Entre 1926 y 1927 surgió la idea de construir un nuevo cementerio en la ciudad. El crecimiento demográfico y la expansión urbana que empezaban a vislumbrarse en la época hacían que los tradicionales cementerios de San Pedro y San Lorenzo fueran incorporándose en la trama urbana convirtiéndose en un problema de salud pública. Por ello se compraron unos terrenos al noroccidente de la ciudad, donde todavía no había urbanizaciones construidas o en proceso de construcción (González, 2014: 113) y se abrió un concurso público para su diseño, que ganó el maestro Pedro Nel Gómez. Sin embargo, aunque los primeros planos estuvieron listos en 1933, razones de orden político y económico obligaron a la realización de nuevos planos en 1943, los cuales replanteaban algunos aspectos constructivos.

Pedro Nel Gómez como diseñador del Cementerio Universal

Como gran parte de su trabajo, el Cementerio fue concebido por el maestro como una obra arquitectónica que fuera a la vez panteón-jardín-parque y, que se articulara con otros proyectos que empezaban a desarrollarse al occidente de la ciudad, como la Facultad de Agronomía y las avenidas importantes a lado y lado del río Medellín. Otro asunto vital en el diseño de Pedro Nel tenía que ver con su perspectiva social y política.  Se trataba de un cementerio que aliviara las cargas que los sectores populares tendrían que asumir por el pago de servicios funerarios y, que combinara “monumentos conmemorativos y grandes bloques de bóvedas para el pueblo” (González, 2014: 114). 



Referencias bibliográficas

Gómez, Clío, “Biografía de Pedro Nel Gómez Agudelo”, en: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/biografias/gomepedr.htm, consultado en octubre de 2014.

González Escobar, Luis Fernando (2014) Pedro Nel Gómez, el maestro, arquitecto, urbanista, paisajista, Medellín: Facultad de Arquitectura, Universidad Nacional de Colombia.

Ortiz Franco, Juan David, “Medellín construirá el campus universitario que planeó Pedro Nel Gómez”, http://delaurbe.udea.edu.co/2012/10/31/medellin-construira-el-campus-universitario-que-planeo-pedro-nel-gomez/#sthash.stnSqzZZ.dpuf, consultado en octubre de 2014.

A propósito de los Bloques M3 y M5 de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, http://www.minas.medellin.unal.edu.co/index.php/es/cultura, consultado en octubre de 2014.


Pedro Nel Gómez y su relación con la comuna 7 Robledo - Parte III