Investigación y divulgación del patrimonio cultural en Medellín.

Humanos en el cerro El Volador



La importancia del agua es patente en el ulterior poblamiento del cerro El Volador. Al norte está bordeado por la quebraba La Malpaso, al sur es vecino de la quebrada La Iguaná y hacia el oriente muy cercano al río Aburrá.

    Metate y mano de moler: se trata de artefactos pequeños, difícilmente asociados a la molienda de alimentos o materias primas (maíz, frijol, tubérculos, arcilla, cortezas, etc.). Comunes en el valle, pudieran haberse utilizado para obtener sustancias concentradas y específicas: ají, ceniza, ambil, medicinas, venenos, colorantes, etc. Foto cortesía Museo Universitario Universidad de Antioquia, MUUA

La importancia del agua es patente en el ulterior poblamiento del cerro El Volador. Al norte está bordeado por la quebraba La Malpaso, al sur es vecino de la quebrada La Iguaná y hacia el oriente muy cercano al río Aburrá. La privilegiada ubicación geográfica del cerro, en mitad del valle y con un área de 119 hectáreas, la gran riqueza en flora y fauna que sin duda existió antes de la Colonia, y su marcada cercanía a las fuentes de agua, debió convertirlo en un lugar único para el asentamiento humano. Sin embargo, al ser el poblamiento del valle disperso y carente de un poder central, como ocurría en muchos lugares del país y el continente, permitió que no fuera poblado hasta al menos el siglo I a.C., permaneciendo habitado de forma continua por diferentes grupos hasta la invasión española que se inicio en 1541 de forma irregular.  

Los habitantes del cerro pertenecían a la raza de los Nutabes. Eran de piel color moreno cobrizo, pelo negro y lacio, frente ligeramente achatada, ojos pequeños, rasgados y negros, nariz regular, huesos salientes, especialmente en los pómulos y los juanetes, de fibra muscular tensa y dura, cuerpo suelto y esbelto. Arrogantes, ásperos y decididos en la expresión.

Su lengua  se clasifica dentro de la familia lingüística Chibcha.

Los Nutabes alcanzaron un notable desarrollo económico y social, estableciendo contacto con otros grupos indígenas del departamento de Antioquia como los Catíos, que ocupaban el territorio comprendido entre el margen occidental del río Cauca y el río Atrato antioqueño, la costa atlántica y serranía del Abibe; y los Tahamíes, que ocupaban los lugares medianeros del río Porce y Magdalena, es decir, la parte oriental del departamento, teniendo un apéndice del territorio hacia el sur, entre el río Cauca y la cordillera central. Catíos y Tahamíes, junto a los Nutabes fueron los tres grupos indígenas más predominantes de todo el territorio antioqueño.  

Los Nutabes se vestían con largas túnicas de algodón hermosamente coloreadas, se adornaban el cuerpo con piezas de oro, cuarzo, piedras, semillas y huesos. Sin embargo, el algodón no es propio del valle del Aburrá, por lo cual los arqueólogos creen que era importado del cañón del río Cauca, donde el clima es más templado y favorece este tipo de cultivos.  

En el Valle de Aburrá y sus montañas cercanas existían múltiples yacimientos de oro y sal, que eran explotados tanto para consumo interno como para intercambiar con otros pueblos, con quienes se comunicaban a través de una vasta red de caminos que se extendía por todo el departamento. 

Ilustración del libro El paisa y sus orígenes de Ricardo Saldarriaga
En sus terrazas y campos se cultivaba maíz, fríjol, batata, yuca, plátano, aguacate e innumerables frutos propios de la tierra americana, que luego pasarían a engordar las despensas europeas. Además, poseían vastos conocimientos sobre las hierbas medicinales y propiedades de las plantas.

Al igual que muchos nativos del continente americano les gustaba teñirse ciertas partes del cuerpo con el jugo del achiote, así como de ennegrecerse los dientes con el zumo de cierto bejuco que los protegía de la caries. 

Durante la violenta invasión española murieron la gran mayoría de habitantes del valle y el cerro. Los que lograron sobrevivir fueron sometidos a dura servidumbre. Muchos perecieron bajo los inhumanos trabajos impuestos por el codicioso hombre blanco. Luego, con la llegada de los esclavos negros de África, y el cruce de las tres razas: indígenas, negros y blancos; los Nutabes terminaron por desaparecer de la naciente villa de Nuestra Señora de la Candelaria.